N.º 34. Hace días encontré este audio del programa «A la luz del pensar» de Carlos Javier González Serrano: Charla con Marina Carretero Gómez, psicóloga clínica y poeta sobre el cuidado del alma y de la palabra
Mientras lo escuchaba, pensaba... esto sí o sí va al la newsletter. Es un cofre repleto de ideas y de cadenas de palabras para dejarse pensar, dejarse sentir.
Transcribo dos fragmentos.
Primer fragmento - ¿Qué relación hay entre el cuidado y la palabra?
——Carlos
Esta pregunta te la hago tanto como poeta como en calidad de psicóloga clínica. En esa apasionante bisagra que habitas o que dices que habitamos los seres humanos, ¿qué relación hay entre el cuidado y la palabra?
——Marina
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, decía Wittgenstein.
El cuidado y la palabra para mí están íntimamente ligados porque nos construimos desde el lenguaje, nos narramos desde el lenguaje. Y del lenguaje que hayamos aprendido, también va a depender el mundo que habitamos, y de ese mundo también dependerá el cuidado que nos demos.
Nos hablamos como nos hablaron alguna vez.
Aprendemos el lenguaje que nos enseñaron.
Y, por tanto, la literatura y también creo que los encuentros terapéuticos lo que nos da es un lenguaje nuevo, probablemente, un espacio de seguridad y de escucha para construir esa narrativa y para poder resignificar los lenguajes aprendidos, dándoles un sentido nuevo.
Para encontrarse, para mí, es necesario aprender el lenguaje del otro.
Segundo fragmento - ¿cómo es posible que la palabra de mujeres que sufrieron tanto puedan consolarnos?
——Carlos
Sé que, como yo, eres una ferviente lectora de autoras que curiosamente sufrieron dolencias psicológicas más o menos graves, como Alejandra Pizarnick, Alfonsina Storni, Sylvia Plath, Idea Vilariño, entre otras muchas.
Quisiera seguir tirando del hilo de la palabra como instrumento de cuidado, Marina, ¿cómo es posible que la palabra de mujeres en este caso que sufrieron tanto puedan consolarnos?
——Marina
La palabra crea un espacio compartido y leer el sufrimiento de estas mujeres, plasmado además la mayoría de las veces con una belleza inigualable, puede mitigar la soledad que encierra todo sufrimiento psíquico.
A veces leerlo en palabra ajena, como decíamos antes, nos enseña un lenguaje del que no disponemos.
Y entonces igual que cuando somos niños empezamos a aprender a llamar mesa a la mesa y perro al perro, pues aprendemos un lenguaje que nos ayuda a comenzar a resignificar nuestro sentir, nuestra experiencia, nuestro mundo, y a nombrarlo.
Y además saberse parte de una emoción humana, saberse unido a otra persona en experiencias, en sentires similares amortigua esa soledad inherente a todo sufrimiento.
Y yo creo que por eso casi nos regocijamos en experiencias ajenas, y en diarios ajenos, en literatura, en poesía, porque también podemos aprender de ahí.
Ahora paro, observo...
Y me viene el concepto de «humanidad compartida»...
Para la psicóloga Kristin Neff la humanidad compartida (common humanity) es uno de los tres componetes de la autocompasión e implica experimentar el sufrimiento como parte de la experiencia de pertenecer a la especie humana, en vez de como algo que me aisla del resto.
Y me vienen párrafos escritos en «La mente es software»…
También la literatura nos puede ayudar muchísimo a entender y digerir lo que sentimos. Una novela, al abrirnos el alma de determinados personajes ante determinadas circunstancias, nos sirve para encontrar nuevos fragmentos de código con los que elaborar emociones.
Desde otros lugares, las demás artes hacen algo parecido. Lo plástico o gran parte de lo escénico, con especial poder en terrenos donde no hay palabras: representar sensaciones, representar lo que no se había podido «codificar», con una escultura o una «performance» hace que lo podamos integrar en nuestro software.
La poesía quedaría en medio de los dos párrafos anteriores.
Nota: Jo, de verdad que pronto dedicaré un post a explicar esto del «software» para los que no tengais el libro.
Y me doy cuanta de que esta carta es el reverso (o el anverso, según se mire) de aquella otra que escribí titulada Escribir para vivir mejor.
En fin, voy a ir terminando. Leer me hace bien en muchos sentidos. Hoy he explicitado tres. Tres que son los más afines a la psicoterapia, creo.
Leer para sentir que no estoy sola.
Leer para ir encontrando palabras a vivencias que no las tienen.
Leer para construir narrativas y resignificar los lenguajes aprendidos, y así ampliar el mundo que habito con sus «cómo me hablo» y «cómo me cuido».
✨ Encuentros
Quiero despedir esta carta con esta maravilla de 58 segundos. Leer para cuidarme también es conmoverme con la luz y la belleza.
Que tengáis unos bonitos días 🙏
El duelo por lo no hecho, por el tiempo perdido. Cuando solo tenemos tiempo. Un libro como le preguntan a la autora: "Un hombre que se parecía a Orestes", de Cunqueiro, pierde su vida por su misión que al final no cumple porque no tiene sentido.
No lo he leído, solo recuerdo que le citaban y miré en la wikipedia. Me ha resonado a Rorty. https://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Rorty