Pequeño texto que escribí hace mucho y que pertenece al libro Minimapas para Tormentas.
Es evidente que al ser humano le encanta amargarse la vida. Vale que tengamos que aguantar los agobios en el trabajo porque tenemos que pagar la hipoteca, pero ¿qué sentido tiene estresarnos tanto en Navidad? Y eso que dejo para otros Minimapas tanto lo que nos suele remover estas fechas, como las complicadas reuniones familiares a manejar.
Decorar la casa, comprar los regalos, preparar comidas y cenas, reuniones de empresa, compromisos de todo tipo… y a todas partes corriendo. Un poco triste, en mi opinión, la verdad. Y, a la vez, vemos el anuncio navideño viral de turno, y se nos asoma la lagrimita. Toda una contradicción, ¿no?
Nos ha tocado nacer en esta sociedad, en este tiempo, con lo bueno y lo malo. Pero en lo profundo del corazón del ser humano, sin importar época ni cultura, palpita la ternura... esa añoranza de un suave abrazo, de una mirada, de un simple-mente estar junto al otro... en calma.
Adornemos el árbol, el belén, prestando más atención al tacto, a lo sensorial, a lo que sentimos; y menos a los pensamientos, que, cual saltamontes, andan siempre brincando de un sitio para otro. Bajemos la autoexigencia con humor: ¿o es que me van a dejar de querer porque se me queme el asado? Aprendamos a delegar tareas aunque las cosas no salgan tan bien como “debieran”: lo perfecto puede resultar muy aburrido, ¿no te parece? Y, fundamental, encontremos a lo que hacemos un sentido: ¿para qué voy a la cena de empresa con lo tímida que soy?
Navegantes... vayamos a lo esencial, nos susurra El Principito. Y yo añado:
Imperfecta ante mí. Imperfecta ante los demás. Y, sin embargo, más feliz. Más feliz... al ir... sumergiéndome... en lo sutil... de mis haceres.
Traducción pragmática: bajar la autoexigencia con humor y encontrar a lo que hacemos un sentido.